Alzo mi ser como espíritu que vuela
para adentrar mi alma en los recodos,
para avivar mis sentidos en los bostezos
para hurgar las sombras y la niebla.
Entronizo mi canto en manantiales
para extraer los fluidos llenos de oro, de luz y de silencios
que habitan en las almas cubiertas de neblinas.
Almas sensibles que como un río
fecundan las orillas y nos dejan el frescor y sus murmullos,
Vuelo los senderos que dejan las palabras
para embriagarme en el asombro de caminos lejanos,
de esteros y desiertos bañados por las alas de bellas mariposas.
Allí donde se deja oír la honda y susurrante voz
de amantes-hombres y mujeres que en el espejo reflejan
sus destinos, sus denuedos y sus ansias.
Donde el viento también canta sobre montañas y lagos
paisajes de mi mundo con sueños y olvidos.
Los días lluviosos con tejer de lanas
mientras los cristales
dejan rodar sus lágrimas en gotas.
Donde la lluvia y su sonido, acuna como
siempre desde los tiempos más remotos, la misma estancia donde dejó de
flamear la chimenea y solo queda el rescoldo humeante de
brazas apagándose.
Donde la palabra camina sobre el misterio desnudo de
pieles que se aman y se vuelve luz, tristeza y añoranza,
derramando como lluvia el alegrar de cada amanecer,
donde se respira el aire del tiempo como un crisol que
integra las canciones de las nuevas mañanas en esta
eternidad en la que vivo destilando mi canto de poesía que
humaniza y nos hace milagro.
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