Ahora el viento que aún no llega
mientras miro los cristales que dan a los jardines, que miran hacia los barrios caminados con tus pasos y los míos. Hacia las veredas donde no quisimos ver miseria.
Allí donde fuimos a charlar con los amigos, disfrutando con el tiempo y destiempo.
Luego, al volver por las veredas, bajo el asombro de nuestos ojos ya no había miseria.
El viento comenzaba a mover las ramas de los árboles y el ocaso dejaba lucir a los crepúsculos, mientras, tus manos y mis manos buscaban nuestros cuerpos. Y mirabamos al cielo, quizas para escondernos de ángeles mirones, para no perder un solo instante de esa brisa que hace encumbrar a nustros cuerpos.
A veces, hablar con alguien, destruye nuestras miserias.
ResponderEliminarBuen texto.
Un abrazo.
Me encanto tu escrito, transporta ...
ResponderEliminarun abrazo !
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