LOS HIJOS


Hijos nacidos bajo la sombra que sus ojos miran cual cobijo,  fijando en sus pupilas la imagen y el estilo de años venideros.
Hijos que amamos secando sus mejillas para transitar el sueño que anhelamos y marfilar destinos de ríos corriendo hacia un estuario para buscar el mar de sus deseos.
Esos que acunamos también en los desvelos buscando amanecer con sus sonrisas, mirando el sol tras los cristales, e imaginando brújulas que les darán las brisas.
Hijos que nos hacen estremecer la ternura en el vaivén de sus denuedos, de sus llantos que en sus quejos avivamos los sentidos.
Esos los hijos del amor y el sueño, los que arrullamos en los brazos  dejándole en pedazos uno por uno el corazón entero.
Porque con los hijos se nos llena el mundo de alegría y de tristezas, de canciones que en la mesa festejamos cada día.
Se nos llena el alma también bajo la angustia del amparo, del no verlos en peligro, de acudir al grito porque el grito es nuestro de temor y miedo.
Porque son la esperanza de un mañana cuando estemos viejos y con ellos vivamos  la memoria del amor brindado.

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