De sus últimas palabras

Que quieres que te diga, si hoy te marchas y me dejas con la sombra del recuerdo, si te marchas y me dejas con la inmensa tristeza que marchita el alma.
Es cierto que no podré olvidarte y en silencio enjugaré mis lágrimas, y te pensaré en mi insomnio para buscar la paz que nos conforte.
Que nos ayude a desentrañar lo más oculto de tu proceder, la verdad que escondes en esa tu vida desordenada y de noches alegres.
No estoy dispuesta a que quieras aferrarme a un coto eterno de tu vanidad y tu soberbia, al engaño de ti mismo con tus vidas paralelas, donde fingías amor para lograr deseos voluptuosos sin valorar el daño que me hacías.
Que sigas escondiendo el amor que te ata y te hace imposible  ser feliz a pesar que me amas todavía. No podrás ignorar los caminos que nos unen porque no existe rumbo que separe la memoria.
Que sigas escondiendo la verdad de tu amor paternal por el miedo y cobardía a ser juzgado por tus hijas en ese techo sagrado que tanto daño te hace sin darte cuenta día tras día.
   Ahí estás lanzando piedras a todo esto que aún pudiera ser a un oasis que marcó los sueños donde felices viviéramos los tres. Por que bien sabes que dejaste al  viento subyugar las flores del umbral en las ventanas y al hijo de la entrega nacido en el otoño.

No quiero ni mirar como se achica este paisaje inhóspito, este lodo acumulado de heridas, de deshechos sin luz y tan lleno de tristezas.

No quiero más caminar sobre esas ruinas donde tus pies aplastaron la esperanza y tus manos borraron lo bello del recuerdo.

A hurtadillas saldré tras esa puerta, dejando atrás todo el manojo de sonrisas que un día compartimos, a hurtadillas para que no me alcance el olor putrefacto de tus ruinas.

No miraré hacia atrás, no quiero sentir el miedo se saber que todo fue mentira, que tu incredulidad provocó el silencio irremediable y tus labios cobardes no pronunciaron nunca el candor de mi inocencia.



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